No olvides, en ningún momento que los videojuegos
son sólo eso: juegos cuya finalidad
es distraer, pasarlo bien y, en el mejor de
los casos aprender o desarrollar habilidades.
Nunca creas que ganar o perder tiene ningún
tipo de importancia, ni supone un mérito
o un fracaso. Menos aún debes establecer
competencia o rivalidad con los compañeros
que vayan más allá de la mera diversión.
Guarda tus emociones, tu esfuerzo, tu interés
y tus ilusiones para la vida real.
Evita que las horas que pasas con los videojuegos
sean un tiempo perdido. Para
ello intenta buscar juegos que realmente te
aporten algo y aumenten tu cultura, tus destrezas
o tus capacidades. Cada vez hay más
juegos que sirven para aprender idiomas,
música, matemáticas, geografía o cultura
general y desarrollan habilidades mentales y físicas. Recuerda que estos juegos, que
permiten aprender divirtiéndote, pueden ser
tan entretenidos como los otros y te serán
mucho más útiles.
Los videojuegos pueden ser un elemento
de encuentro familiar y no un motivo
de aislamiento y separación.
El uso adecuado de un videojuego, como de cualquier otra actividad o dispositivo, se encuentra en el punto medio: los videojuegos no son buenos ni malos en sí mismos, sino que deben utilizarse en su justa medida. Por una parte, ayudan a desarrollar la lógica, la agudeza visual, la coordinación motora o la resolución de problemas, pero también pueden generar sedentarismo y problemas de salud o aislar al niño y robar tiempo a otras actividades beneficiosas, como el deporte o las actividades a aire libre. Te damos cinco consejos para regular el uso de los videojuegos en casa, evitar conflictos y proteger a tus hijos de los peligros que pueden derivarse de su abuso.
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